Ricardo Klein
Sé que es una forma no común de comenzar un artículo; a la vez, es la más genuina para hacerlo: por lo tanto, agradezco a Daniel Gonzalez su ofrecimiento de publicar en la revista; y le agradezco, además de la deferencia, por haber dado alas a mi deseo de escribir.
Cuando me llegó el mail, inmediatamente recordé unas ideas que me habían rondado con ganas de ser escritas hace un tiempo. Referían a ciertos orígenes no muy recordados del pensamiento de Pichon Riviere. Las historias siempre las escriben aquellos que permanecen, quedando ocultas en diversos y perdidos estratos las que, pese a haber existido, no perduraron. Y esto ocurre tanto con los autores como con las ideas y pensamientos.
El título que convoca a este artículo –Los puentes que construyó Enrique Pichon-Riviere en la Argentina y Latinoamérica- me lleva al sumo pontífice del pensamiento psicosocial latinoamericano Enrique Pichon-Riviere. Me imagino tu cara, estimado lector, ante mi última aseveración. Y sin embargo, así ha sido. El sumo –o sea aquel que tiene el mayor grado en aquello de lo cual se habla- pontífice –que significa hacedor (artífice) de puentes (pons)- fue el maestro Pichon-Riviere. En el momento en el cual se desarrolla su pensamiento, la Argentina, y en especial Buenos Aires, era un faro que iluminaba el pensamiento psicológico latinoamericano, además de ser exportado hacia todo ese espacio sociocultural.
La idea de puentes resulta por lo tanto muy interesante. Tiene sus orígenes en Roma, en el siglo VII A.C. No es que antes no hubiera formas de cruzar ríos u otros accidentes. Ya en la prehistoria, un tronco atravesando el río lo posibilitaba; siglos después unos maderos sobre las barcas posibilitaba su atravesamiento; ambas eran sumamente inestables. Sólo que un puente podríamos pensarlo como otra estructura arquitectónica y conceptual. Un puente –como los romanos lo hacían- tenía una base en un lado de aquello que se trataba de unir, y otra en el otro lado. O sea que había que armar un lugar –y que no era cualquier lugar sino el más adecuado para eso- en cada lado, en los cuales apoyar luego aquello que uniría ambas orillas. Esto es, que cuando se presentaba un obstáculo –geográfico, teórico- insalvable, se precisaba de un armado que posibilitara transitarlo. Puente es exactamente eso: una salida que permite salvar un obstáculo pasando por él.
Enrique, el hacedor de puentes, se pasó la vida construyéndolos. Tomaba diversas argamasas de otros autores y con ellos y una fina obra arquitectónica, trazaba puentes.
No amuchaba piedras, teorías y conceptos; construía con ellos; por eso se indignaba cuando era tratado, erróneamente, de ecléctico. Y además era un lector ávido e interesado de todo lo que a su entorno llegara, viniera de dónde proveniera. (Recordemos que los escritos de Lacan, difundidos por Oscar Masotta -discípulo de Pichon- le fueron dados por éste; o sea que estaba al tanto de las producciones teóricas y conceptuales de los diversos autores de su época.) A la vez, hacía todo un trabajo de modificación conceptual –de lo propio, y de lo apropiado- para incorporar conceptos a su ECRO, puentes mediante. Y me gustará en las líneas siguientes, dar cuenta de un aspecto poco tomado en cuenta en lo pichoniano.
A la vez, considero que si me puedo considerar discípulo de Pichon, tendré que ser un aprendiz de hacedor de puentes. O sea, desarrollar mi capacidad de puentear ríos que parecieran ser fronteras insalvables que dividen territorios, y tomarlos como campos fértiles para la construcción conceptual. Seguir a un maestro no es recorrer siempre eternamente los caminos que él desarrolló, sino con ellos seguir trazando nuevas rutas, vadeando accidentes que impiden su paso, construyendo puentes que posibiliten unir teorías, a la vez manteniendo cada lado del río discriminadamente como otro. Rolando Toro, creador de la Biodanza, dice que el otro me trae noticias de mí; y respecto a las teorías, las otras (teorías) me traen noticias de mis falencias, mis limitaciones, a la vez que me invitan a trascenderlas, a ir un poco más allá. Por lo tanto, este escrito tratará de dar cuenta de un puente pichoniano a veces poco recorrido, a la vez que trazaré por mi parte puentes en la misma senda del maestro, ampliándolos. Puente es para mí, que me dedico a la docencia, la clínica, la teoría y la escritura, aquello que une en las posibilidades del pensar.
Una obviedad que no está de más no obviarla, es que los puentes son construcciones humanas. Al igual que los romanos, Pichon construía… teorías. De hecho, las ideas teóricas se denominan constructos.
Con esto a modo de comprender desde donde construyo pensamiento, me viene interesando desarrollar las raíces gestálticas en Pichon, de la mano del autor de Teoría del vínculo, Fernando Taragano. Este autor fue integrante de la Primera Escuela Privada de Psiquiatría Dinámica de 1960 a 1964, siendo su codirector con Enrique, de 1961 a 1964. Es el que recopiló, transcribió y corrigió, veinte años después, las clases dictadas por Pichon-Riviere en 1956/7 en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), vertiéndolo en la forma conocida como el libro de Pichon: Teoría del vínculo. En 1964 deja la Escuela para fundar su propia Escuela de Psiquiatría Psicoanalítica Guestáltica. En sus apreciaciones del maestro, señala que los alumnos se sentían “desorientados por nuevas adquisiciones de su pensamiento”. Colijo que en esos años fecundos en los cuales Pichon va nutriendo y transformando su pensar, la presencia y figura de Taragano produjo efectos en él. Este autor había tomado conceptos de la terapia Gestáltica, en la cual otro sumo pontífice, Fritz Perls, construyó también fructíferos puentes. Trataré de dar cuenta de esto en la lectura de algunos fragmentos de ese libro, en ideas que luego podemos encontrar en desarrollos posteriores de su teoría.
La palabra Gestalt jalona todo el libro, y se halla en otros escritos de Pichon. Gestalt es como se refiere a la “totalidad de la persona en constante proceso de evolución”; Gestalt es aquello que constituyen el paciente y el terapeuta, a la vez que el existente y el emergente; Gestalt es como este autor comprende a una familia. Y define como Gestaltum al continuo proceso de formación de gestalts o estructuras. Podríamos aquí pensar que se refiere a tres lugares conceptuales: la teoría de la forma (Gestalt theory) de Kóhler, Koffka y Wertheimer de la década de 1920; las ideas de su discípulo Kurt Lewin y sus aplicaciones a la psicología social; la terapia gestáltica creada por Fritz Perls. Sin lugar a dudas, Enrique conocía cada una de ellas en el momento en el cual dicta sus clases. Y como veremos luego, Fernando Taragano también.
El libro señala en diversos lugares la dialéctica como forma de pensamiento en Pichon, como forma de eliminación de pares antinómicos; en la obra de Perls, este autor no utiliza la palabra dialéctica, a la vez que trabaja preponderantemente el tema de las polaridades y la resolución de esas situaciones insolubles mientras éstas persistan.
Pichon trabaja las ideas de existente y emergente ligadas a una comprensión de figuras emergentes del fondo, que constituyen un todo, en las cuales las primeras adquieren su sentido por la presencia de la segunda. Y agrega que éstas se organizan siempre en cada aquí y ahora, idea central en la teoría gestáltica.
Esta misma idea se halla presente en su decir que el terapeuta actúa sobre el paciente, a la vez que éste actúa sobre el terapeuta. Si bien el punto en común con Perls es sin duda los escritos y desarrollos de Lewin –que ambos autores toman en sus construcciones teóricas-, Pichon agrega que se producen “alteraciones de la secuencia operativa entre momentos de cierre y de contacto en el proceso de incorporación y asimilación”, lo cual –más allá de las clásicas ideas del cierre de la figura de los autores de la Gestalt theory- lleva más bien a la idea de contacto desarrollada por Perls, junto al ciclo de contacto que teoriza como una secuencia (que va de la conciencia de necesidad a la excitación, al contacto y a la retirada); esta secuencia tiene su base conceptual en un autor en común, Wilhelm Reich, que Perls cita reiteradamente y era leído en la APA de esos años. Las apreciaciones de que la experiencia entre observador y observado dependen del “tipo de contacto” que se produce entre ellos, van en la misma dirección.
Las ideas de objetos diferenciados e indiferenciados, de dependencia e independencia, ambas a la luz de la simbiosis (concepto desarrollado por Bleger antes de su alejamiento de la Escuela que compartía con Pichon y Taragano) hacen puente, según mi entender, con los desarrollos perlsianos planteados en el concepto de confluencia.
Si una de las ideas centrales de la terapia gestáltica es que la enfermedad es producto de situaciones que no han podido concluir, estando cerrados los caminos que conducen a esa posibilidad, las ideas pichonianas acerca de situaciones cerradas, esto es que “las perturbaciones del desarrollo, sean las neurosis o las psicosis, se producen por un estancamiento del proceso cerrado”, y que “la situación debería abrirse una vez asimilado el material y sigue cerrado a la incorporación de nuevas informaciones” podría situarlos como mojones a ambos lados de un puente que puedo pergeñar.
La acertada denuncia hecha por Pichon acerca de que “generalmente no se toman en cuenta actitudes corporales, gestos y movimientos” que son “estructuras representativas de toda la personalidad”, en los cuales se puede percibir en un nivel profundo muy regresivo, sería sin duda compartida por ambos autores; de hecho la terapia gestáltica, sabiendo que la mayor parte de lo comunicado es no verbal, se dedica a abordar con especial énfasis lo gestual y lo corporal como expresión del paciente. Y agrega Pichon-Riviere que estos fenómenos se pueden abordar mediante la percepción de la conducta en el aquí y ahora. No puedo dejar de recordar aquí, que el primer trabajo de integración gestáltica mediante un trabajo que incluía el cuerpo, lo realicé de la mano del maestro Oscar Bricchetto en el quinto año de la Escuela de Psicología Social (en ese entonces la formación tenía esa duración).
En otro lugar, complementario con lo anterior, dice que la observación natural debiera ser libre ante aquello que está sucediendo, despojándose de esquemas previos y rígidos que, sin tener en cuenta el aquí y ahora, construyen una teoría de lo que tendría que acontecer, siendo ésta absolutamente especulativa y no experiencial.
No he podido no relacionar, puente mío mediante, las ideas de Pichon respecto a los diálogos que continúan entre el paciente y su analista antes y después de cada sesión, con el recurso técnico por excelencia de Perls que es la silla vacía como forma de escenificar y dar voz a los diálogos internos a fin de que continúen su desarrollo.
Ambos autores toman lo fenomenológico como método de trabajo; Pichon denuncia que éste es insuficiente si esto ocurre sin abordar lo que se halla latente, a fin de dar comprensión vivencial a lo acontecido. Perls toma lo fenomenológico para hallar allí la materia prima del fenómeno, a la vez que no se queda en su mera manifestación sino que indaga tomando ésta como figura, cual es el fondo en el cual ésta tiene sentido. El primero utilizará la interpretación como matriz operacional; el segundo el preguntar e indagar las emociones concomitantes en la escena trabajada. Ambos no abandonaron nunca su forma psicoanalítica de pensamiento, reconociendo en Freud su maestría.
Ambos abordajes toman el “continuo proceso de formarse una Gestalt o estructura”, a la que Pichon denomina Gestaltum; en ella, Pichon mirará el emergente, o sea la figura que se presenta en el aquí y ahora; Perls mirará dicha figura emergiendo del fondo que le dará su sentido.
Estas ideas, basadas en la lectura del texto de Taragano de las clases pichonianas, permiten entrever que Pichon conocía algo de los desarrollos perlsianos, y que podría haberse visto influido por éstos, a la vez que varios de ellos pudieron haber estado en diálogo con nuestro hacedor de puentes, más allá de reconocer donde éstos se apoyaban.
En un desarrollo hallé datos de que Taragano conocía críticamente la obra de Fritz Perls, del cual tomaba algunos aspectos a la vez que se diferenciaba en otros. En la Revista Interamericana de Psicología de 1975 (9, 1-2, Psicoterapias y psicoterapeutas en Argentina), Luisa A. Brignardello, de la UBA, dice que “a pesar de la perspectiva gestáltico integradora que la escuela argentina asume, no existe armonía total con la escuela norteamericana“; y cita a Taragano en su decir: “Estoy en desacuerdo con Perls. Los gestaltistas norteamericanos no son psicoanalistas. Ellos no interpretan, descuidan la teoría de la motivación. Hacen una especie de sensitivity training”. O sea… podía diferir, disentir, criticar… al mismo tiempo que reconocía su conocimiento. No podemos pensar que un lector ávido como era Pichon, y que compartía en esos años la dirección de la Escuela, desconociera aquello que leía y pensaba su socio.
Siendo hora de ir cerrando este escrito, no puedo, ni quiero, dejar de colocar algunos mojones que posibiliten trazar cabezas de puente que liguen a ambos autores, a la vez que me responsabilizo de que el puente es una creación mía.
Y entonces…
Ambos comienzan sus andares de la mano de los desarrollos psicoanalíticos, siendo discípulos de Freud en segunda y tercera generación. Ambos se alejan críticamente del tronco principal de ese pensamiento, para armar sus propios pensamientos y escuelas.
Ambos se oponen a un tipo de clínica rígida, desligada del cuerpo y el sentir (sentimientos, emociones, sensaciones), y proponen el trabajo grupal como recurso superador de la clínica individual. Ambos comprenden que la conformación subjetiva se produce en vínculo con otros, a la vez que en contacto con esos otros significativos. Que cada persona adquiere y mantiene sus formas caracteriales en función del medio en el cual se halla, y que si éste se modifica adviene un cambio… a menos que la estereotipia, la neurosis, la fijeza, lo impidan. Ambos jerarquizan el poder de lo creativo en la clínica y en la vida, sea que lo llame proceso creador (Pichon-Riviere) o ajuste creativo (Perls). Ambos proponen recursos diversos de trabajo, que posibiliten expandir lo clínico hacia otras áreas del quehacer humano. Perls decía que la terapia gestáltica era algo muy bueno como para ser utilizada sólo con los enfermos. Pichon decía que todo proceso terapéutico conllevaba un aprendizaje. Ambos postulan que la ausencia de enfermedad no es condición suficiente de salud, y que la estereotipia (en Pichon) y las situaciones no concluidas (en Perls) son generadoras de enfermedad.
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Los Puentes que Construyó Enrique Pichón Riviere en la Argentina y Latinoamérica.
Y en especial, ambos han sostenido las tensiones de no quedarse en un pensamiento atrincherados, debatiéndose en cómo crear respuestas a las preguntas que su medio les solicitaba; ambos, de diferente manera, han sido maestros, constructores de puentes de los cuales lo más difícil de aprender no es su réplica sino su matriz de construcción, su modalidad de uso de dichos puentes. Podría decir que los puentes –diseñados en las teorías- terminar de construirse cuando son usados, transitados, recreados hacia nuevos rumbos, nuevas posibilidades, nuevos pontificados…
Sé que solo aludí los conceptos gestálticos como tales; no pretendía una ampliación de los mismos; sólo quería poner en cuestión el conocimiento de la Gestalt por Pichon-Riviere a la hora en que produjo teoría. Si algo de la obra de Perls te produce curiosidad, te invito a curiosear, a investigar, a leer. O bien será material de otras escrituras. Las bases del puente están montadas; el arco que los una, depende ahora de ti, lector. Será un placer que lo transites… Me despido de ti con lo que se dio en llamar la oración gestáltica de Perls, que dice:
“Yo soy yo, tú eres tú; no vine a este mundo a satisfacer tus expectativas, no viniste a este mundo a satisfacer mis expectativas; si nos encontramos puede ser maravilloso, y si no, no tiene remedio”.