Por P.S. Beatriz A. Herberth Chalá
“El hombre es tierra, que anda.” Frase quechua citada por H. Brandolín en “Bosquejo histórico de Florencia”
No es tarea simple pero a la tarea nos tenemos que dedicar con compromiso, vehemencia y convicción.
El Francesito es un documental hermoso, realizado en partes iguales de respeto y afecto hacia la figura de Enrique Pichon Riviére y nos da muchas pautas de su condición de ingeniero de contactos o de arquitecto de enlaces.
Sabemos que Pichon Riviére nació en Suiza (gracioso quien lo bautizó Francesito…) pero recordemos que en Ginebra se habla francés… que sus padres lo eran y que su familia se instaló en Argentina, primeramente en Florencia, provincia de Santa Fe.
Allí empezamos con lo pintoresco de la universalidad y el americanismo que condicionó a Pichón para toda su vida: aprende primero el francés, lenguaje materno y su segunda lengua, lejos de ser el castellano local, fue el guaraní, aprendido de primera mano de la boca y espíritu de personas originarias que trabajaban con su padre.
Más tarde llegará la hora del castellano, cuando ingresa en la escuela primaria con sus hermanos donde llegaba, luego de un camino arduo a caballo, a una construcción humilde con techo de cañas.
Fue en ese entorno en el que Pichón creció, estudió, aprendió y vivió, compartiendo alegrías y tristezas con un universo que ya lo estaba formando para el futuro.
“Esa palabra es muy reveladora de lo que son muchas de las culturas indígenas en América, que son culturas de la contradicción, culturas de la paradoja. Porque la palabra “ñaupa” significa ‘ayer’, pero también significa ‘mañana’. Según cómo se utilice, significa lo que fue, pero también lo que será. No porque el tiempo se repita, sino porque la contradicción es el motor de la historia. Y, en el tiempo, también la contradicción es la reina, es quien decide todo.”
Los días de Galeano. Entrevista II
En un universo en el que no había más realidad que la que se percibía, Pichón aprendió a distinguir la antigua sabiduría del pueblo guaraní, su sensibilidad poética y la importancia del amor, allí descubrió que vivía en el reino de la palabra, la palabra como todo, como principio de vida, de pensamiento, como expresión de las pulsiones, de la conciencia.
Quizás esas experiencias, junto a los ideales de justicia social y libertad que sus padres trajeron de su Europa natal, fueron las que le dieron las herramientas sensibles con que desarrollaría su obra con tanta fortaleza y convicción. Podríamos decir incluso que la Psicología Social como la conocemos hoy, con su profundo contenido dialéctico, no podría ser imaginada sin la contribución y presencia que le marcaron la historia familiar y la convivencia con las familias guaraníes y su particular visión cosmogónica, pensemos por ejemplo en la Telé.
El apego a la filosofía y la dialéctica marcan a fuego su trabajo, las contradicciones se transformaron en fuerzas generadoras de procesos y tensiones, característica siempre puesta en evidencia por quienes le conocieron: nada terminaba ante la intervención de Pichón, todo recomenzaba para seguir buscando respuestas.
Sus cincuenta años de trabajo y aporte a la psiquiatría y la psicología, hasta desembocar en la Psicología Social, fueron de profunda intensidad y podrían resumirse en este escrito de 1987:
“La psicología social que postulamos tiene como objeto el estudio y transformación de una realidad dialéctica entre formación y estructura social y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad. Dicho de otra manera, la relación entre estructura social y configuración del mundo interno del sujeto, relación que es abordada a través de la noción de vínculo… El sujeto no es solo un sujeto relacionado, es un sujeto producido.”
“Esto es lo que ocurre en América. La toma de conciencia de lo que somos equivale a una revelación.”
Kusch, G. R., en “El Hedor de América”, 1961
En la década del sesenta, en un mundo que fermentaba ideas ya no traídas de Europa, sino elaboradas directamente sobre la realidad de la América Latina, los trabajos de Pichón se difundieron desde Argentina al resto de América, no tanto como muchos desearon dadas las condiciones políticas reinantes en muchos países.
Distintos autores reconocen la influencia del pensamiento Pichoniano en su trabajo y su mirada de la realidad, entre ellos destaca el sacerdote salvadoreño (de origen español) Ignacio Martín Baró, quien incluso se lamenta de la escasa difusión que tenía en ese momento el trabajo que Pichón realizaba desde la Argentina.
Baró fue un pionero de la Psicología Social en El Salvador, la que él definió como Psicología de la Liberación. Fue un gran estudioso de la psicología en América Latina y escribió en el año 2006:
“A la psicología latinoamericana le ha ocurrido algo parecido a lo que le ocurrió a la psicología norteamericana a comienzos de siglo: su deseo de adquirir un reconocimiento científico y un status social les ha hecho dar un serio traspiés. La psicología norteamericana volvió su mirada a las ciencias naturales a fin de adquirir un método y unos conceptos que la consagraran como científica mientras negociaba su aporte a las necesidades del poder establecido a fin de recibir un puesto y un rango sociales. La psicología latinoamericana lo que hizo fue volver su mirada al big brother, quien ya era respetado científica y socialmente, y a él le pidió prestado su bagaje conceptual, metodológico y práctico, a la espera de poder negociar con las instancias sociales en cada país un estatus social equivalente al adquirido por los norteamericanos.”
No es en vano destacar que Baró fue asesinado por el mismo ejército salvadoreño que luego terminó con la vida de Arnulfo Romero, otro sacerdote, lo que demuestra una parte de las políticas de las que hablamos párrafos anteriores.
“Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas.”
Simón Bolívar. Discurso de Angostura, 1819
Ya a partir de las décadas del 70 y 80, el movimiento psicosocial atravesaba América y el trabajo de Pichón se resaltaba en congresos y simposios: Perú en 1978 y 2004, Cuba 1987. Donde psicólogos de Venezuela, Colombia, México, El Salvador y Brasil, entre otros resaltaban la importancia de la Psicología Social en todos los ámbitos, comunitario, político y feminista entre otros.
Junto a Pichón, personalidades como José Bleger, Mauricio Goldenberg, Marie Langer, entre otros, “motivados por una preocupación social y por el deseo de buscar alternativas frente a los problemas de salud, rompieron barreras y ampliaron el campo hacia la psicología social, grupal, familiar y de la mujer, desde el contexto de su época” (De la Torre. 2010. P.56).
La influencia de los trabajos realizados por Pichón y otros tantos psicólogos que adhirieron a su proyecto fue considerada en varios ámbitos, cuestionando la incidencia europea y norteamericana en el ámbito académico y convencidos que el desarrollo de una psicología social comunitaria con perfil propio era posible y necesaria, que “…lo nacional es lo universal visto por nosotros”.
«Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera.”
Martín Fierro-José Hernández
Dejamos para el final el puente de Pichón con nuestro país, la República Oriental del Uruguay.
Por considerable tiempo la obra de Pichón fue casi desconocida para la mayoría de los uruguayos, salvo casos excepcionales como el del ingeniero Jacobo Varela (1911 – 1997) quien consideró que la psicología social se podía aplicar a la resolución de problemas sociales desde una óptica particular, la tecnología social.
Fuertemente influenciado por la cultura norteamericana, lugar donde vivió y estudió durante casi 30 años (su madre era diplomática en aquel país) no adhirió a la corriente latinoamericanista que se desarrollaba en los 60 y 70.
Otro elemento relevante fueron las dictaduras vividas en nuestros países, donde cualquier orientación que no fuera la oficial podía significar la cárcel, la muerte o la desaparición.
Pero alcanzadas las respectivas democracias algunos uruguayos que vivían en Argentina y otros que se instalaron en el 84, se sumaron al estudio de la Psicología Social y en la efervescencia democrática trajeron al Uruguay la obra de Pichón abriendo escuelas con desparejo éxito.
En estos últimos años la situación económica, la caída en el intercambio comercial y el desempleo han incidido negativamente en el desarrollo de un proyecto de Psicología Social, lo que no solo no nos ha desanimado sino que nos ha estimulado a buscar formas alternativas para seguir adelante, al decir de Ricardo Avenburg en el documental de 2007 de APdeBA sobre Enrique Pichón Riviére:
“Con Pichón nunca se podía cerrar nada, enseguida si uno estaba cerrando algo él venía con un estímulo y otro estímulo… siempre nuevas aperturas…”
Es de resaltar su admiración por la obra de Isidoro Ducasse y su trabajo minucioso y exhaustivo sobre la psicología del Conde de Lautremónt
Y no podemos dejar en este puente tendido en el camino, su afición y placer por el tango, en especial su predilección por Carlos Gardel y agradecer que no intervino en el apasionado debate que rige hasta hoy sobre si es el muchacho de El Abasto o el de Tacuarembó, zanjó la discusión tras la telé que se desarrolló entre ambos en la última actuación de El Zorzal en Buenos Aires de esta manera, en la entrevista que le hizo Vicente Zito Lema:
“…Recuerdo que lo vi en su última función en Buenos Aires en el Teatro Odeón… me causó una impresión muy positiva, diría que hasta íntima. Acaso porque su origen francés me traía la historia de mi padre, de mi familia.
También recuerdo que en su rostro había una gran tristeza. Aunque no una tristeza propia del día, especial. Más aún, podría decir que siempre había notado en Gardel ese mismo estado, que reflejaba ese mundo tan particular que lo acompañaba.”
La Floresta, Canelones-República Oriental del Uruguay
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