Acerca de un “espacio de orientación para madres y padres” en un Centro de atención primaria (CeSAC)
Marcela Williams, Carolina Fernández
Debido a las limitaciones que presentan los tratamientos individuales como modalidad de abordaje única ante problemáticas sociales complejas que resentan en la niñez y en la adolescencia y a la imposibilidad de satisfacer una demanda en crecimiento, decidimos hace unos años realizar un abordaje grupal para adultos bajo la modalidad de un espacio de orientación a madres y padres con frecuencia semanal. Venimos funcionando como un grupo abierto que va variando sus integrantes cada semana, algunos integrantes suelen ser constantes y otros variables, algunos vienen siempre y otros solo una vez. Actualmente además de la asistencia espontanea, tenemos derivaciones al grupo de otras instituciones como defensorías de niñ@s, escuelas, etc.
Nos interesa reflexionar lo que emerge de esa grupalidad. Para ello acudimos a Ana María Fernández que en su texto: “El campo grupal” afirma que:
“…el termino italiano groppo aludía a un conjunto de personas esculpidas o pintadas, pasando hacia el siglo XVIII a significar una reunión de personas”
1. Esta autora plantea que su etimología remite a un número restringido de personas asociadas por un algo en común. En el término groppo están presentes dos líneas de significación: 1) por un lado la figuración de un Nudo y 2) por otro lado significa Masa redondeada, que aludiría a la forma circular.
Siguiendo esta conceptualización, la figura de nudo nos sugiere la interrogación siguiente: ¿Que hace nudo en nuestro grupo? ¿Qué anudamientos o desanudamientos se organizan dentro del grupo? Sabemos que el solo hecho de juntarse un conjunto de personas no conforma un grupo. Sera necesario que exista una actividad en común y ciertas formas organizacionales para considerar que se ha constituido un grupo.
Cada semana en el grupo nos encontramos con adult@s que están convocados en tanto madres, padres o cuidadores. Se conversa sobre cuestiones en relación a la crianza y a los hij@s, pero surgen además otras cuestiones. Como, por ejemplo: dificultades en las parejas, conflictos no elaborados en las historias infantiles de los adultos, el desarraigo de sus lugares de origen, diferentes formas de violencia, cuestiones barriales: diferencias con vecinos, diferencias entre inquilinos y dueños de piezas, dificultades con gendarmería y fuerzas policiales, etc. Los participantes del espacio son en su mayoría migrantes de otros países que se encuentran construyendo una vida y una familia lejos de su tierra, su historia y sus costumbres. Observamos cotidianamente la dificultad para el armado de una red social que contenga. Las familias transitan la vida en muchos casos en una profunda soledad en un barrio atestado por el hacinamiento y la superpoblación.
A pesar de la cantidad de instituciones que funcionan en Bajo Flores comprobamos, como sucede en otros barrios también, la dificultad de la construcción de
vínculos de solidaridad y de la posibilidad de encuentro. Vemos así que lo que sucede en el territorio se hace texto del grupo. El barrio habla a través de sus integrantes. Los silencios del grupo, de lo que no se habla, también genera sentidos. Observamos con preocupación que es poco frecuente que se mencione la problemática de elaboración, circulación y consumo de sustancias psicoactivas en el barrio. Inferimos que este silencio se vincula con temores, con la naturalización del tema y la desconfianza respecto de las coordinadoras como ajenas al barrio e integrantes de una institución estatal, etc. Esto también habla en el grupo a través de sus silencios. Habíamos señalado previamente que una de las líneas de significación del termino grupo aludía a la forma circular. En nuestro grupo la distribución espacial elegida ha sido la circular. Esta distribución espacial implica una particular dinámica de los intercambios entre los integrantes reunidos. La organización circular hace posible que cada integrante este expuesto a la mirada de los otros, y a la vez puede ver a todos. Juegos de miradas que tienen importancia en las resonancias fantasmaticas que pueda desencadenarse y en los procesos identificatorios y transferenciales. Cada grupo construye originalmente sus propias formas organizacionales.
Las ilusiones, mitos y utopías son significaciones imaginarias que construye cada grupo y que producirán múltiples sentidos para el grupo y para cada uno de sus integrantes. (Fernández, 1998).
La utopía alude a una versión del para que o porque ha nacido un grupo. Luego del trabajo de estos años con este espacio podemos inferir que se configura una significación imaginaria de que en el grupo se aprenderá a ser mejores padres/madres, a entender que es lo que esta “mal” en la relación adult@-hij@, comprender los errores, etc. Es decir, tal como indica el nombre de nuestro grupo: “Orientación a madres y padres”, se configura la creencia de que el grupo funciona al modo de un GPS que orientará respecto de la crianza y que luego del pasaje por allí se saldrá más ubicado en el rol de padre o madre. Podemos pensar que quizás lo que opera en la dinámica grupal en cada encuentro se acerca más a una desorientación. Desde el lugar de la coordinación intentamos instalar la posibilidad de interrogarnos sobre lo cristalizado, sobre las certezas que se traen y hacerlas “circular”.
Es posible pesquisar que en cada encuentro grupal se construye la ilusión de que las coordinadoras-psicólogas- profesionales, “saben” que es lo que hay que hacer al modo de recetas a seguir en diversas situaciones que generan un desencuentro entre padres e hijos. Se generan así procesos transferenciales bastante intensos incluso desde la disposición corporal y la mirada de sus integrantes dirigidas a las coordinadoras: ¿Que tengo que hacer? ¿Cómo hago? Porque a mi hij@ le pasa esto? Respecto al lugar de la coordinación coincidimos nuevamente con Ana María Fernández cuando dice:
Lugar de coordinación que renuncia a un saber de certezas, evita el cierre de sentidos que las evidencias de verdad producen de manera tal de situar la coordinación en aquella posición que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva
2. En este sentido intentamos ubicarnos en un lugar que facilite la interrogación, puntuar algún sentido que insiste, señalar cuestiones naturalizadas, resaltar lo que aparece como obvio, hablar sobre aquello que se “muestra”, abrir a nuevos sentidos posibles, etc. Se intenta sostener la tensión para poder redirigir esas preguntas a otros participantes del grupo y a sí mismo. Esta manera de pensar la coordinación también reubica la cuestión del poder en el grupo. Trabajamos así los juegos de poder y jerarquías que se instalan casi automáticamente en cada encuentro desnaturalizando esos supuestos. Y así quizás poder constituir significaciones imaginarias sobre un que-hacer siempre abierto, a revisar, construido entre todos.
En cada grupo se construyen determinados juegos de roles entre sus integrantes
Se constituyen así chivos emisarios: a veces se proyecta en algún integrante enojo o dolor por algo que ha relatado. En algunas circunstancias se generan grados de violencia simbólica entre sus integrantes, y las coordinadoras intervenimos para construir un límite a respetar entre todos para que pueda devenir un grupo. También se constituyen lideres: por ejemplo la mujer mayor que sabe porque ya crio hijos, nietos, y aconseja a las demás; y a su vez aparece el rol de la más joven que aprende y escucha a las mayores, la recién llegada a esta tierra, la que ya está adaptada y conoce las costumbres, las referentes de manzana, de comedores, etc.
Los procesos identificatorios que se dan en el grupo en algunas ocasiones son bastante intensos también. El texto del grupo dijimos alude a lo dicho, los silencios, y también los actos, gestos, movimientos corporales; lo que se muestra. Recortamos algunas escenas grupales: una mujer relata una situación de muerte de algún familiar, otra mujer llora, y otra le acerca un pañuelo. Una madre relata un dialogo con su hijo, otra madre se rie a carcajadas por lo gracioso de la escena. Otra señora escucha atentamente lo que relata alguien y afirma contundentemente con su cabeza sin decir palabra. Un señor le dice a una señora: “yo te entiendo, yo pase por lo mismo con mi hijo mayor”. Una mujer le pone una mano en la espalda a otra que comienza a angustiarse por algo que nos relata. Resuenan las escenas…Emociones y sentimientos que nos “afectan” y que nos orientan a tomar contacto con la propia historia.
Consideramos necesario reflexionar acerca de las producciones colectivas de nuestro grupo y también la afectación de cada integrante en particular. En cada encuentro hacemos una lectura en dos niveles: grupal e individual de lo que allí sucede. En varias ocasiones luego del grupo hemos hecho derivaciones a espacios individuales u orientar o informar particularmente a algún integrante cuando emerge algo de cierta “urgencia” (situaciones de violencia, o abuso relatadas en el grupo) que requiere de intervenciones puntuales. También nos hemos quedado conversando al finalizar la instancia grupal con algún integrante que ha quedado muy angustiado con lo trabajado en el grupo y precisa nuestra presencia y sostén.
El espacio de orientación ha podido hacerle un lugar a las diferencias que aparecen todo el tiempo en las intervenciones de sus miembros: generacionales, de género y culturales (comunidad boliviana, paraguaya, peruana y argentina conviviendo en el barrio). El grupo ha podido constituirse en un espacio de sostén y de contención para los adultos, en donde la convocatoria en tanto padres, madres, etc., finalmente se transforma en una excusa y disparador. Ha podido ser un espacio de socialización de dudas e inquietudes. Lograr un espacio de palabra con una población que en general se siente discriminada, segregada y sin voz es de extrema importancia y nos revela la necesidad de estos dispositivos.
Bibliografía
-Fernández, A.M. “El campo grupal. Notas para una genealogía”. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1998.
-Pavlosky, E. “Lo fantasmático social y lo imaginario grupal”, en Lo Grupal 1, Ed. Búsqueda, Buenos Aires, 1983. -Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la
sociedad”, Ed. Tusquets, Barcelona, 1983. -Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”.
Tomo XVIII, Ed. Amorrortu, 1985 -Foucault, M. “La microfísica del poder”, Ed. La Piqueta,
Barcelona, 1980.
Notas
1 Fernández, A. M. “El campo grupal”, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1998.
2Fernández, A. M. “El campo grupal”, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1998.
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